Todo tiempo pasado fue un poco menos peor
Una pequeña reseña sobre cómo todas las experiencias se degradan con el tiempo
Hola, soy Bel Rey y te doy la bienvenida a Sin Códigos, nuestro punto de encuentro semanal para explorar el mundo de la tecnología más allá del código. En cada edición, desentrañamos las tendencias que afectan nuestro futuro digital, abrimos debate sobre los desafíos actuales y reflexionamos sobre hacia dónde nos lleva esta evolución constante. Sin Códigos es un espacio para quienes buscan comprender la tecnología desde una perspectiva amplia, crítica y sobre todo, humana. Nos encontramos todos los viernes, ¡suscribite y no te pierdas ninguna actualización!
En 2008 McDonnals lanzó una edición de juguetes basados en personajes populares de Cartoon Network para la Cajita Feliz. Entre ellos se encontraban personajes de las Chicas Superpoderosas, Las sombrias aventuras de Billy y Mandy y Mansión foster para amigos imaginarios
Yo transitaba en ese momento mi segundo año como trabajadora asalariada y me sentía más Mandy que nunca: Sombría.
Pasé varios mediodías recorriendo sucursales de los arcos dorados buscando mi Mandy. Era de un plástico brillante y robusto y tenía un pequeño mecanismo que se activaba apretando el botón en forma de flor y la hacía cambiar de expresión entre feliz y triste girando su cabeza
.Era realmente un juguete lindo, no al nivel de un coleccionable de calidad pero si lo suficientemente bien realizado como para formar parte de la decoración de mi escritorio. Hoy en día todavía la tengo en casa de mi mamá, donde quedó formando parte del cajón de juguetes que los chicos sacan cuando van a visitarla.
Fast-forward a 2024 donde los juguetes de Mc Donnalds son esto:
Piezas estáticas, pequeñas, dudosamente coloreadas. Los mecanismos y agarres que antes contaban con tornillos de metal hoy son enteramente de plástico y pegamento. Ninguno dura más de tres jugadas.
Las causas de esto son variadas e interseccionales. Recorte de costos y tiempos de producción, interés en mantener los precios a pesar de las devaluaciones, mayor porcentaje de ganancia… elijan la que quieran.
Esto parece ser una tendencia que tiene el mundo en general. Todo es más fácil de producir en masa pero objetivamente de peor calidad, lo vemos en todos lados: arquitectura, ropa, experiencias.
¿Y de software cómo andamos?
Y el software imita a la vida así que lo mismo. La degradación de la experiencia es total y absoluta. Lejos quedaron los días donde uno compraba un ejecutable empaquetado en formato físico y lo usaba por diez años si problemas. Uno de los principales culpables de esta tragedia son los modelos de suscripción. Los demás: la nube y nuestra incapacidad de ser dueños de una copia o versión de nada.
En The Big Switch: Rewiring the World, from Edison to Google, Nicholas Carr explora la transformación radical en la infraestructura tecnológica, comparando la revolución del internet y la computación en la nube con lo que causó el uso de la electricidad a principios del siglo XX. Carr argumenta que, así como la electricidad pasó de ser generada localmente a ser un servicio público, la computación está pasando de ser algo privado y local a convertirse en un servicio cloud centralizado. Esta transición tiene, por supuesto, profundas implicaciones en la economía, la sociedad, y la privacidad individual. Y podemos verlo en los ejemplos más simples de la vida, quién no comenzó a pagar servicios de streaming para evitar el cable y toda su publicidad para encontrarse que ahora, una década después esos mismos servicios nos muestran anuncios en el medio de una transmición. Al final parece que la publicidad no era tan mala idea.
Lo peor de esta experiencia es que nos genera un esfuerzo cognitivo y un cambio de hábitos que después nos cuenta abandonar. Estos servicios nos proponen inicialmente una experiencia de uso mejor sumada a costos más bajos, nos convencen de hacer el cambio, nos endulzan y mantienen felices un tiempo y en cuanto nos relajamos tiran el zarpazo, aumentan el precio y degradan la experiencia.
Pero no son solo las suscripciones.
El software como servicio fomenta una cultura de lanzamientos rápidos y actualización continua, que nos da software menos estable y más propenso a errores. Esta necesidad de estar en "beta" perpetua termina afectando la percepción de calidad y fiabilidad en los productos digitales que consumimos. Y esto termina permeando en todas las áreas del desarrollo hasta convertirse en la forma estandarizada y moderna de trabajar. Waterfall malo, agile bueno. Todo siempre está prendido fuego y tenemos release cada viernes.
Las aplicaciones mal diseñadas y peor logradas suman una capa extra de obsolecencia programada a los equipos que utilizamos para ejecutarlas. Hacemos apps cada vez más pesadas con versiones que eventualmente dejan de ser retro compatibles y decimos que es en pos de dar una mejor experiencia pero el resultado final no es otro que el deseo de bloquear hardware “antiguo” para obligarnos a comprar una nueva versión.
Creo que todavía estamos muy en la cima de la ola y los booms post-pandemia como para saber cual en la tendencia, pero tengo fe que hayamos aprendido algo de las malas experiencias y como usuarios empecemos a tomar decisiones ligeramente más inteligentes sobre el uso de nuestro dinero y el tiempo que le dedicamos a los consumos. Si tengo suerte en un año puedo retomar este tema con mejores conclusiones.
Ahora cuentenme ustedes ¿Hicieron algún cambio de hábito en los últimos meses? ¿Notan la degradación en la calidad de las cosas?
Les dejo un par de contenidos recomendados que acompañan este tema:
Obsolecencia programda: Comprar, tirar, comprar. Un docu viejito pero que sigue tan vigente como el primer día.
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¡Nos vemos la semana que viene!
Aunque no sería exactamente obsolescencia programada estaría las menciones a las comidas empaquetadas como las galletas tipo Formis, recuerdo comprarlas de chico sus versiones más grandes y como hubo progresivo cambio -achicamiento- en la capacidad de galletas, en el tamaño de los paquetes. Mismo comentario para las botellas de gaseosas que empezaron a venir botellas más chicas que las de medio litro. Y poniéndose en el caso argentino, ser testigo de como ese producto alcanzó y ser consciente que pagabas igual o similar precio por algo que traía menos contenido.
Los videojuegos por otro lado lo pienso con respecto a la emergencia de producciones de los últimos años donde los DLCs se acrecentaron así como otras dinámicas para generar más transacciones. De todas maneras tal fenómeno creo que trajo a su vez una recuperación de estéticas de juegos retro, por ejemplo desarrollandolos con estética low poly (o bien ps1-style), juegos con gráficos más toscos pero haciendo uso de motores más avanzados, pudiendo a la vez ser más cortos pero más acordes en cuanto accesibilidad, precio y experiencias completas. Esto quizá que comenté sea muy de nicho pero tiene su costado positivo por el alza, innovacion y creatividad de pequeños desarrolladores que pudieron pulular desde entonces.
También aunque comprensible diría como cierto retroceso en cuanto a poder aprovechar los sistemas operativos de pcs contemporáneos es que ya no tengan programas office de manera gratuita.