La cama en orden
Yo se que no parece, pero este es un post sobre procesos en organizaciones y proyectos. Mientras lo leas probablemente pierdas la fe y creas que es sobre mantenimiento del hogar, dale tiempo
Hace unos días charlaba en terapia sobre como la vida adulta es un constante construir y deconstruir lo que uno cree que es y lo que uno cree que sabe. Uno de los descubrimientos más alarmantes que hice en uno de esos períodos de deconstrucción fue darme cuenta de que nunca es un buen momento para comprar sábanas.
O mejor dicho, hay un momento específico en el que solemos comprar sábanas y no es por gusto, es por mera necesidad. Ese momento suele estar acompañado de una primera mudanza o de la compra de una cama nueva (de otro tamaño). Las sábanas casi siempre se adquieren en momentos donde existe la necesidad inevitable de vestir una cama y después viven su longeva vida sin que tengamos ni un pensamiento extra sobre ellas.
En esta foto podemos ver a Alyx ocupando su lugar protagónico en mi cama, que tiene dos o tres capas de frazadas y mantas en tusor beige y gris, como corresponde a los valores estéticos y morales de una persona de mi edad y situación geográfica
Siendo un elemento tan básico que nos acompaña ni más ni menos que cada noche ¿Cómo puede ser que quede relegado a estos momentos específicos? Las sábanas son una de esas cosas que tienen la maldición de ser invisibles hasta que faltan.
Si el dinero es un bien finito las cosas que toman prioridad en nuestros gastos suelen ser inmediatas. Cubrir necesidades básicas de vivienda, comida, servicios. Mejora personal, educación, estética, salud. Insumos de trabajo, viáticos. ¿Algún gustito en cuotas? Reemplazar elementos rotos. Ahorrar un poco si se puede.
En el medio de esta vorágine a veces nos acostamos y notamos que nuestras sábanas estás gastadas. Quizás se estiró el elástico, o se hicieron pelotitas en el algodón. Ni hablemos si son de polyester (por favor no compren sábanas de polyester). A veces se percuden o pierden color, incluso pueden tener algún pequeño agujero.
En momentos de reflexión nocturna puede llegar a aparecer el pensamiento fugaz de comprar un nuevo par de sábanas. Entramos a algún marketplace y buscar ropa de cama. Vemos los precios y concluimos que no es momento de comprar sábanas. “El mes que viene me ocupo” pensamos mientras le damos play al quinto rewatch de The Office.
Obviamente llega el mes que viene y las prioridades son otras y así las sábanas aguantan otra temporada sin recambio porque nunca son un problema inmediato. Hasta que invitamos a una potencial pareja a casa. Ahí, agarrate.
Ahora pensemos que la cama es en realidad una empresa o proyecto y que las sábanas son los procesos que visten nuestras horas productivas. En esta analogía vamos a reemplazar dinero por tiempo que como bien sabemos suelen ser conceptos intercambiables. La situación es similar. Cuántas veces sucede que pensamos en mejorar nuestros procesos, en implementar un nuevo framework de trabajo pero no lo hacemos porque la inversión de tiempo es grande y tenemos decenas de pequeñas tareas mucho más inmediatas pululando.
Demorar los procesos base o ignorarlos puede no hacer mella en nuestro día a día hasta que aparece una situación que requiere nuestra atención inmediata o una crisis que tira abajo todo nuestro castillo de papel.
Este es mi recordatorio de que compren sábanas, figurativa y litelramente. Este mes tuve dos sábanas viejas. Por un lado identifiqué que cada semana hago pequeñas tareas repetitivas que consumen mucho tiempo y se pueden automatizar. Mi primer instinto fue correr y programar algo que las haga por mi. Por suerte Juan me encontró a tiempo y me recordó que no tengo que programar todo lo que uso, que existen herramientas para eso, probadas, comprobadas, robustas. Así que aquí estamos, tomando distancia del código y del proyecto en si y buscando herramientas para automatizar rutinas.
Mi otra sábana vieja es que me puse a programar mi nuevo proyecto sin pensar, sin siquiera hacer un diagrama previo ¿Por qué? Porque es más fácil. Porque haz lo que yo digo no lo que yo hago. En el medio de esta locura de commits sin planificar me pasó algo rarísimo, se me desconfiguró la clave GPG de Github.
Para los que no son muy amigos de la tecnología les cuento por encima que la clave GPG sirve para cifrar datos y Github la usa para verificar la identidad de los commits. Si les interesa la explicación técnica la pueden ver por aquí.
El punto es que de pronto no podía seguir trabajando y como no tenía ningún plan solo empecé a acumular problemas por resolver. Y sin un norte claro lo que hice fue trabajar hasta agotarme y no querer volver a tocar ese proyecto por dos días. Finalmente tomé coraje, formulé un plan de acción y en un ratito tenía la clave andando. Un ratito de dos o tres horas, claro.
Tenemos esta costumbre de pensar los procesos como obstáculos para la creatividad pero la realidad es que todo lo que nos da orden también genera lugar para que existan espacios concretos de creación. Es como tener un jardín, podés ordenar las plantas y darles espacio a crecer o tirarlas ahí y que se mueran rodeadas de maleza.
Además que algo ordene no necesariamente significa que sea inflexible, al final del día solo podemos romper reglas si tenemos justamente reglas para romper.
Eso fue todo por esta edición, nos vemos en dos semanas con lo que espero ya sea un anuncio más formal de que estoy haciendo.
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Ahora si, nos vemos la próxima ¡Adios!
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Qué bien todo. Me pasó que en mi proyecto actual personal, inicié planificando aguantando las ganas de ponerme a codear. La verdad fue una buena decisión. Gracias por compartir esto!
Hola! Me gustó el newsletter y lo leí justo después de haber comprado sábanas, los lujos están para dárselos en vida. Espero la próxima edición del news, saludos intergalácticos.