El mundo que se nos escapa
Sobre lo efímero de los datos en la web, los servicios de streaming y cómo el internet archive nos va a salvar a todos de desaparecer
Hola, soy Bel Rey y te doy la bienvenida a Sin Códigos, un espacio semanal donde exploramos el mundo de la tecnología más allá del código. En cada edición, desentrañamos conceptos que afectan nuestro futuro digital, abrimos debate sobre los desafíos actuales y reflexionamos hacia dónde nos lleva esta evolución constante. Sin Códigos es un lugar para quienes buscan comprender la tecnología desde una perspectiva amplia, crítica y sobre todo, humana. Nos encontramos todos los viernes, ¡Suscribite y no te pierdas ninguna actualización!
En 2022 tuve la suerte de viajar a Bogotá con amigos (y marido) que estaban a full trabajando para lanzar su nuevo proyecto cripto. Yo, recientemente desempleada, me colgué del viaje. Ellos iban a DevCon 2022, pero para el momento en el que decidí sumarme las entradas estaban agotadísimas hacía meses así que acompañarlos a la conferencia no era una opción. Pero como algo en esta vida tengo es SUERTE dos días antes de volar un ex compañero de trabajo me regaló su entrada que no pudo usar (Gracias Juancito).
Caí en la conferencia sin expectativas ni preparación previa y de sorpresa me encontré asistiendo a la que quizás haya sido una de las mejores charlas que vi en vivo en mi larga historia de ir a eventos: “Publisher’s Denial of Digital Ownership vs Decentralization” por Brewster Kahle.
Brewster Kahle es un ingeniero, emprendedor y defensor del acceso libre a la información. Es más conocido por ser el fundador del Internet Archive, una organización sin fines de lucro dedicada a preservar contenido digital, incluyendo sitios web, libros, películas, música y software. Su misión es proporcionar "acceso universal al conocimiento". Kahle es un pionero en el campo de la archivística digital y un ferviente defensor del acceso público a la información en línea.
El Internet Archive es una biblioteca digital que almacena contenido de internet, y es particularmente conocido por su herramienta Wayback Machine, que permite a los usuarios acceder a versiones archivadas de páginas web a lo largo del tiempo. Además de archivar sitios web, también preserva libros, imágenes, videos y otros tipos de contenido cultural y educativo, con el objetivo de evitar que el conocimiento y la cultura en línea desaparezcan.
Cómo se imaginaran la herramienta es constantemente atacada por temas legales, infracciones de copyright, juicios por distribución ilegal y más por parte de conglomerados y corporaciones que se preocupan por ganar dinero pero a las que poco le importa el acceso a aquello que ya no está activamente publicado en ningún lugar.
¿Somos dueños de lo que tenemos?
En Abril de este año se descontinuó el juego “Kim Kardashian: Hollywood”, una aplicación online donde los jugadores manejaban a una estrella en ascenso y tenían que ir ganando fama como objetivo. El juego, que estuvo activo por más de una década, tenía la capacidad de realizar microtransacciones y no le dió a sus usuarios ninguna posibilidad de seguir accediendo a todo el contenido que desbloquearon a lo largo de los años. Simplemente se desvaneció.
Esta situación no es nueva, del mismo modo cualquier juego que solo se pueda acceder de forma online nos deja sin la capacidad de utilizar nuestros bienes digitales en el momento en el que los servidores se dan de baja. Y si, esto es parte de los términos de uso pero no significa que esté bien.
Existen reportes de una nueva ley en el estado de California que a partir del año que viene exigirá a las empresas que venden productos digitales, como videojuegos, películas y libros electrónicos que sean transparentes sobre lo que los consumidores están comprando. Las compañías deberán dejar claro que los usuarios están adquiriendo una licencia de uso y no la propiedad total del producto, evitando términos como "comprar" o "adquirir" sin aclarar que solo es una licencia.
No es perfecto, no es global, pero es un comienzo.
¿Realmente importa?
En 1998 yo estaba obsesionada con un auto: el Ford Ka. Creo que entró en el mercado un año antes de eso y yo, que estaba en las puertas de la pubertad y de dejar atrás mis gustos infantiles, lo tomé como punto de partida para mis fantasías. Soñaba con tener 18, independizarme de mis padres e irme a recorrer el mundo en mi pequeño y muy compacto auto.
Y no quería cualquier Ford Ka, me gustaban especificamente dos colores: el violeta (al día de hoy mi sueño es tener un auto violeta) y un color que se puso MUY de moda en esos años, el sienna.
La idea de un auto cobrizo-naranja brillante me volvía loca. Estaba obsesionada. Los veía en la calle y no podía sacarle los ojos de encima. Le pedía a mi viejo desviarnos para pasar por la concecionaria.
Eventualmente el tiempo pasó, crecí, nunca tuve un Ford Ka. Mi primer auto fue un golcito gris rata con 10 años de antiguedad y más de 100km al que apodé amorosamente Raúl. Después vino el primer 0 (Norman), el Abeto, la SUV familiar y el de ahora que todavía no tiene nombre.
Mis gustos evolucionaron, si pudiera hoy en día me compraría una SW4 o una Cayenne porque tengo casi cuarenta y complejo con mi altura. O un 208 azul porque en el fondo soy un tincho. El punto es que me olvidé del Ford Ka hasta que hace unas semanas mi apreciada Irina Sternik mencionó el suyo en twitter y me trasportó a ese momento en el tiempo.
Lo primero que hice fue buscar una foto del modelo 97 / 98 / 99 en color sienna. No encontré. No hubo forma de conseguir la bendita foto del auto y el color que yo tengo en mi mente, y que se que existió. El problema es que después de tantos años la información “buscable” indexada va cambiando y lo que es viejo y poco accedido se va perdiendo en el eter y es reemplazado en los algoritmos de búsqueda por información nueva.
Cuando uno es nativo de la internet y está acostumbrado a poder encontrar cualquier cosa online que le pase algo así se siente como una traición. Es como si la realidad nos hiciera gaslightning. Y les juro, ahora un poco dudo de mi misma ¿Existió ese color de auto? ¿Lo soñé? ¿Estoy viviendo mi propio efecto Mandela?
La nube y esa falsa sensación de permanencia
La realidad es que gradualmente perdimos la costumbre de guardar nuestras propias copias de cosas. Hace dos o tres décadas atrás era común tener una colección en un medio físico (dígase memoria, rígidos, cd’s). Guardabamos y compartíamos pelis, juegos, libros, memes. Con el tiempo esa cultura fue cambiando, las plataformas de streaming y de licensing nos convencieron con su facilidad. Es obviamente mucho más simple hacer login a Netflix y buscar algo para ver que ocuparse de conseguir, ordenar y mantener copias funcionales de las pelis que queremos ver. Y esto es un poco cierto pero no tanto, porque también en esa comodidad nos fuimos acostumbrando a que algunas cosas dejan de estar disponibles y muchas veces sin que nos demos cuenta se pierden para siempre y solo habitan en nuestra memoria.
Lo mismo pasa con los memes (ahora son links de redes) e incluso con nuestros recuerdos familiares (que ahora viven en servicios cloud). Todo regalado, todo dependiende de algún TyC que no leímos.
Y este es el foco de la charla de Brewster, como al acceder todo de esta manera le cedemos el poder a otros de definir que se puede conseguir y que no, que conforma nuestra cultura, consumo e identidad. Y ya no hace falta la gran Farenheit 451 donde al menos la destrucción es una acción violenta que se evidencia en el fuego devorador. Acá es invisible, casi imperceptible y por estas mismas razones de alguna forma consensuada por nuestra propia comodidad.
Les dejo esta reflexión, un llamado a que intentemos tener más consideración sobre lo que consumimos, cómo y donde. También les acerco la maravillosa charla de Brewster donde nos cuenta un poco más:
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pucha siento que deberia sacar toda mi vida de google drive (o al menos copiarla en otro lado) (pero no la voy a actualizar y va a quedar juntando polvo)
jaja muy bueno. Será este? https://theoriginals.renault.com/es/twingo