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Shaná tová. Escribo esto desde la sala de espera del laboratorio donde me estoy haciendo una curva de glucosa. Cuando me desearon un año nuevo dulce no pensé que iba a ser tan literal. Vamos rápido al tema de hoy porque en cualquier momento me desmayo.
¿Se acuerdan de 2018? Fue un buen año. Pre-pandemia. El ecosistema tecnológico vibraba, bicoin estaba en ATH (a 16k!). Fue un año de luchas colectivas y derrotas colectivas también. Sinceramente no recuerdo si fue particularmente un buen año, pero en nuestros corazones es como LA referencia a ese pasado progre donde todo estaba un poco mejor.
2018 fue, en tecnología, un gran año para las políticas de inclusión laborales. Muchas empresas enormes se sumaron no solo a implementar sino también a publicitar fuertemente sus programas para ataer diversidad a la industria.
Pero la antesala de 2025 nos encontramos con una realidad distinta: solamente este año cerraron varias conocidas iniciativas sin fines de lucro: Women who code, Chic Geek, Girls in tech. A nivel nacional Las de sistemas se tomaron un sabático y las demás iniciativas están desaparecidas salvo por MET que viene manteniendo alta la vara.
Las razones son varias. A nivel internacional vemos el crecimiento de ideologías que culpan a los programas diversos de todos los males del mundo y claman que la discriminación positiva está quitando oportunidades a quienes más las merecen. A nivel nacional también lo vemos. La diversidad es woke, lo woke es malo y no representa la cultura del esfuerzo y el mérito que tanto gusta en ciertos círculos.
También afecta que se terminó el exceso de liquidez que caracterizaba a sistemas hace unos años atrás. Eso afectó las contrataciones y también los programas de sponsor que muchas empresas estaban dispuestas a costear. Esto afectó directamente la existencia de programas de inclusión.
Para mi esto no demuestra que este tipo de iniciativas hayan fallado, pero si deja en evidencia que como sospechamos, muchas de las actitudes que tomaron las empresas durante los buenos años estaban ligadas a usar organizaciones inclusivas para lavarse la cara y subirse a la ola y en el momento que les dejó de redituar se dieron vuelta.
Les soy sincera, mi experiencia con movimientos inclusivos no fue completamente positiva. Creo que son espacios que si no se nutren constantemente con información nueva se convierten en cliques sectarios con ideas levemente alejadas de la realidad. Pero eso se soluciona con que cada tanto alguien salte y diga “por ahí no es tan importante si le decimos elle al gato”.
En el próximo ciclo, porque no me cabe duda de que estas iniciativas van a volver, nos enteraremos si los años de volar bajito nos sirvieron de autocrítica o nos radicalizaron completamente. O ambas.
Por lo pronto creo que el próximo ciclo me encontrará retirada de la vida social así que acá les queda la antorcha para seguirla llevando.
¡Antes de irme!
No me quiero olvidar de agradecer todos los Cafecitos que vienen mandando y contarles con mucha alegría que están nuevamente activos los pagos internacionales a través de la plataforma. Así que ahora no tiene excusas, lectores del resto de LATAM <3.
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¡Nos vemos la semana que viene!
Yo le agregaría que la explosión de esas iniciativas fue consecuencia de una ola feminista argentina/latinoamericana que empezó en 2015 con Ni una menos, y que después de 2020 se encontró una reacción conservadora (además de muchas preguntas de puertas para adentro a resolver), y eso nuevamente, terminó viéndose reflejado en espacios que más o menos explícitamente se identificaban con ese movimiento. Ojalá se venga algo nuevo pronto y que pibis con energía e ideas frescas tomen la posta <3
El objetivo es que más mujeres se interesen por la tecnología, y quieran aportar a construir con y dentro de ella. Como lograrlo es de lo más complejo, pero no hay que bajar los brazos